Nuestro
país según cifras del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) es
quien tiene la menor tasa de niños trabajadores de toda américa latina, detentando una cifra de 2,2 por ciento, la cual
ha sido producto de una disminución progresiva durante los últimos diez años, aunque
con un creciente número de adolescentes, entre 10 y 15 años, que ni estudia ni
trabaja.
Uno de
los convenios suscritos por Venezuela ante La Oficina Internacional del Trabajo
establece que la edad mínima para trabajar no debe ser inferior a 15 años (14
para los países en vías de desarrollo). Por su parte, la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, establece como consideración fundamental la
atención al principio del interés superior del niño, ratificado de igual manera
en la Ley Orgánica para la Protección del Niño, Niña y Adolescente (LOPNNA)
donde también se expresa en su Artículo 96 que la edad para que un joven
trabaje es de 14 años.
Cabe
acotar, que en realidad no se trata de trabajo infantil, sino para adolescentes.
La ley venezolana sólo permite el trabajo infantil (entendiéndose por niños y
niñas, a aquéllos menores a doce años) relativo a actividades artísticas, y
siempre con las prescripciones del caso.
Mientras
que en países como Bolivia el Código del Menor
fija en 10 años la edad mínima para el trabajo infantil, en casos
excepcionales y cumpliendo requisitos legales.
Es importante
resaltar que el trabajo infantil implica en la mayoría de los casos riesgos
físicos, debido a la manipulación de sustancias, al uso de maquinarias,
condiciones climáticas desfavorables y muchas veces por largas jornadas
laborales. De igual manera, los niños y niñas se exponen también a la violencia
por parte de los adultos en los lugares de trabajo, con graves implicaciones
psicológicas, tales como, el abuso y el estrés ocasionado por la presión de
cumplir con determinadas metas de producción.
Estas
situaciones generan que la gran mayoría de los niños y niñas abandonen la
escuela, o deban combinar el estudio con largas jornadas de trabajo lo que
afecta seriamente su rendimiento educativo y por tanto su desarrollo integral. Por
estos motivos, es necesario evitar cualquier condición de explotación laboral
en niños y niñas, entre otras cosas porque el trabajo no les permite contar con
espacios de recreación y esparcimiento acordes a su desarrollo, además atenta
contra sus derechos fundamentales, y finalmente por los riesgos a su integridad
personal.
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